Es una mujer normal, aunque con un cierto atractivo, tiene el pelo corto y oscuro y algunas canas en las sienes, y los ojos también oscuros, tiene una estatura mediana y está muy delgada, tu tez es más bien pálida. Le gusta vestir coa colores oscuros y estampados pequeños y coloristas con una prenda oscura y lo cierto es que resulta elegante, un aire leve de tristeza acaba de terminar su figura por un lado corriente y a la vez especial.
Cuando era muy joven se quedó embarazada de un novio al que en aquel entonces quería con locura sin embargo lo había visto en varias ocasiones después y rápidamente fue desapareciendo aquella pasión, quizá no lo amaba a él sino una idea que ella se había formado.
Estivo pensando en abortar no era momento de traer un niño; él tampoco quería,
Pero ella no podía pensar en despedirse de él, tenía identidad, tan fuerte que podía con todos los argumentos. Pero se desvaneció.
Todos dijeron que el aborto era una pena pero que era lo mejor.
Ella trabajaba en una compañía de seguros, y era amable y simpática, a veces la buscaban para pedirle consejo, ella era suave y comedida quizá pensando que un problema tiene más de una cara. Pero no tenía amigos
Salía del trabajo el medio día y aunque podía coger otro camino prefería aquel porque pasaba al lado de una pequeña plaza recóndita y entre sus bancos había uno como arropado entre flores, aquel banco parecía llamarla como si tuviera vida y le prometiera algo maravilloso, ella se decía que no era el momento, que tenía que comer, que estaba cansada, otro día. Y lo dejaba atrás y dejaba atrás también una sensación plenitud y paz.
A veces le gustaba escuchar música, no la apasionaba, pero le proporcionaba paz. También solía leer un rato todas las tardes.
En fin, su vida era tranquila sin dramas ni tristezas, hacía tiempo que había perdido a sus seres queridos y los recordaba con un poco de nostalgia, pero eso era todo.
Aquel día era distinto había algo extraño en él, pero no sabía que. Cuando se despidió de sus compañeros, generalmente, con un afable “hasta mañana” lo cambio por un escueto “adiós”.
Se sentía bien, ni casada ni triste, pero algo diferente que no podía determinar.
Al pasar lo la plaza se paró por un instante, y comenzó a caminar hacía su banco, lentamente casi con ceremonia, cuando estuvo delante de él se sentó despacio, era asombroso lo cálido y cómodo que resultaba como si estuviera entre cojines, suspiro hondo puso su bolso sobre el vientre y lo abrazo como a algo vivo, inclino la cabeza sobre el pecho y cerró los ojos, que bien se estaba allí, que bien, que bien…
Pasaron horas y se hizo la noche.
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Como en un sueño de antigua reciedumbre bogo en aguas oscuras.
En perfume de arcano combate me desgarro,
Y renazco entre ensangrentadas piedras oxidadas, por heridas de enemigos no odiados
Las otras vidas peregrinas bajo las aguas conquistan la libertad.
Sus íntegras miradas hablan en acerado dialoga en definitiva hermandad
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